EEUU se las prometía muy felices resucitando su industria nuclear. Ahora se ha creado un problema con los aranceles

Alba Otero
La guerra comercial iniciada por Estados Unidos en abril de 2024 ha desatado un intenso debate, especialmente en torno a los aranceles impuestos a China. Esta situación ha puesto de relieve un desafío energético persistente en el país: la dependencia del uranio importado.
Dependencia incómoda. Las políticas de la actual administración de Donald Trump han enfatizado un enfoque en los combustibles fósiles, mostrando resistencia a la transición hacia energías más limpias. Sin embargo, el impulso hacia la energía nuclear se intensificó durante la administración de Joe Biden, donde ambas gestiones han coincidido en la necesidad de triplicar la producción de energía nuclear en Estados Unidos.
En la actualidad, Estados Unidos importa el 99% del concentrado de uranio necesario para la fabricación de combustible para sus reactores. Las 54 centrales nucleares del país generan aproximadamente una quinta parte de toda la electricidad consumida, según datos de CipherNews.
¿Quiénes son los suministradores? La mayoría del uranio utilizado por Estados Unidos proviene de Canadá, Kazajistán, Australia, Rusia y Uzbekistán. Aunque el uranio actualmente está exento de aranceles, la situación podría cambiar, lo que genera preocupación en el sector energético y pone de manifiesto una vulnerabilidad estructural en la cadena de suministro nuclear del país.
Una apuesta hacia la minería nacional. Según la Administración de Información Energética de Estados Unidos (EIA), la producción nacional de concentrado de uranio se multiplicó por trece el año pasado, aunque esto aún no es suficiente para satisfacer la demanda interna. Scott Melbye, presidente de Uranium Producers of America, ha señalado que al menos seis empresas han reactivado operaciones mineras en el país.
No siempre fue así. En 1980, Estados Unidos era el mayor productor de uranio del mundo, pero en las décadas siguientes, países como Canadá y Kazajistán han ganado terreno gracias a sus menores costos de extracción. La situación se complicó aún más con un acuerdo de desarme nuclear de la URSS, que condujo a que durante 20 años, la mitad del combustible nuclear estadounidense proviniera del reciclaje de uranio soviético.
El accidente de Fukushima en 2011 marcó un punto de inflexión, ya que muchas naciones, incluido Estados Unidos, redujeron su inversión en energía nuclear. Mientras las empresas mineras occidentales suspendieron operaciones, Kazajistán, respaldado por el Estado, incrementó su producción sin preocuparse por la rentabilidad. Rusia continuó vendiendo uranio a precios bajos incluso tras la conclusión del acuerdo de desarme en 2013.
¿Será autosuficiente? Las políticas de Trump parecen indicar un intento por revitalizar la cadena de suministro nuclear interna. Aunque el uranio sigue sin aranceles, las tensiones globales, los avances tecnológicos y la creciente demanda energética están llevando a Estados Unidos a explorar su propio subsuelo en busca de recursos. La gran interrogante es si este renacimiento será suficiente y sostenible a largo plazo.
Imagen | PxHere y Gage Skidmore en Flickr 
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