El Everest se ha convertido en un monstruo turistificado. Alguien cree que los drones son la solución
Carlos Prego
Si Edmund Hillary y Tenzing Norgay pudieran observar hoy las gélidas laderas del Everest, se sorprenderían no solo por las extremas temperaturas, sino también por la transformación radical que ha experimentado esta emblemática montaña. Desde la histórica ascensión de 1953, cuando Hillary y Norgay alcanzaron la cima, el Everest ha dejado de ser un territorio inhóspito para convertirse en un auténtico monstruo turistificado. Cada año, cientos de alpinistas visitan esta icónica montaña, generando un negocio multimillonario y dejando tras de sí una alarmante estela de desperdicios.
A pesar de su creciente popularidad, alcanzar la cima del Everest no es una hazaña sencilla ni exenta de peligros. Esta montaña ha cobrado vidas desde la época de Hillary y Norgay, y los avances tecnológicos no han logrado mitigar los riesgos. En 2023, por ejemplo, tres sherpas desaparecieron en la Cascada de Hielo del Khumbu, y sus cuerpos aún no han sido recuperados, lo que incrementa la trágica lista de muertos y desaparecidos en esta montaña.
En este contexto, tanto el trabajo de los sherpas como la experiencia de los alpinistas y la conservación del Everest han encontrado un aliado inesperado: los drones. La desaparición de los tres sherpas en 2023 tuvo un profundo impacto en la compañía que lideraba la expedición, Imagine Nepal. Su director inició una investigación para mejorar la seguridad en el Everest, inspirándose en las prácticas de sus colegas chinos en Muztagh Ata, un pico de 7,500 metros situado cerca de la frontera entre China y Pakistán, donde se utilizan drones para monitorear las condiciones de la montaña y garantizar la seguridad de los escaladores.
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