Título: El “ordenador” de hace 2.000 años nos fascina desde hace décadas. Un nuevo estudio apunta que podría no haber servido para nada
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Alejandro Alcolea
Alejandro Alcolea
Hace 125 años, un grupo de buzos que se encontraba recogiendo esponjas en el mar Egeo, frente a la isla de Anticitera, descubrió restos de un antiguo naufragio. Entre joyas, monedas y fragmentos cerámicos, se halló un enigmático objeto: un fragmento de cobre que parecía ser parte de un engranaje. Este hallazgo, que incluía un complejo sistema de engranajes, fue denominado ‘mecanismo de Anticitera’.
Durante décadas, este artefacto permaneció en el olvido en los archivos del Museo Arqueológico Nacional de Atenas, hasta que el investigador Derek de Solla Price lo redescubrió y determinó que se trataba de una avanzada “computadora” griega, construida entre 200 y 100 a.C.. Tras años de especulación, un grupo de investigadores de Argentina ha sometido el mecanismo de Anticitera a pruebas para evaluar su funcionalidad.
La conclusión de su estudio es sorprendente: el mecanismo podría no haber tenido un propósito práctico. A pesar de su antigüedad, este artefacto ha despertado el interés no solo por su historia, sino también por el misterio que rodeaba su funcionalidad. El propio Derek de Solla Price realizó simulaciones físicas sobre el mecanismo, sugiriendo que se trataba de una computadora planetaria capaz de predecir posiciones astronómicas, fases lunares y eclipses, así como de calcular ciclos del calendario lunar de 354 días.
El mecanismo, compuesto por al menos 30 engranajes de bronce dispuestos en una caja de madera de aproximadamente 340 x 180 x 90 milímetros, se accionaba mediante una manivela. Sin embargo, su precisión era limitada. Aunque los astrónomos griegos eran avanzados para su época, el mecanismo reflejaba el conocimiento del momento, lo que hace inviable compararlo con técnicas contemporáneas. La posición de algunos planetas, por ejemplo, difiere significativamente de las mediciones modernas.
Estudios previos, como los de Mike Edmunds, quien ha investigado directamente el dispositivo, corroboran que el desgaste de los engranajes y la fabricación manual de los mismos afectaban su precisión. Recientemente, investigadores de la Universidad Nacional de Mar de Plata en Argentina, liderados por Esteban Guillermo Szigety y Gustavo Francisco Arenas, simularon el mecanismo de Anticitera y llegaron a la conclusión de que su funcionalidad era limitada. Según sus hallazgos, los dientes triangulares de los engranajes no parecían impactar negativamente en su funcionamiento, pero sí causaban atascos al girar la manivela, lo que lo hacía poco práctico para usos científicos, reduciéndolo a un “juguete ingenioso”.
No obstante, los investigadores advierten que su estudio se basa en
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