Según la estimación de Counterpoint Research para el mercado de relojes inteligentes a nivel mundial en 2025, una marca china que vende exclusivamente relojes para niños crece más que Apple y supera a Samsung, cuya tendencia es a la baja.
Imoo, que comenzó el año aumentando su cuota de mercado, ha alcanzado el 7% del mercado mundial de relojes inteligentes. No compite realmente contra el Apple Watch Ultra ni contra el Galaxy Watch de turno: compite contra la angustia de no saber dónde está un hijo cuando sale del colegio. O mejor dicho: contra el miedo a no saberlo si un día pasa algo.
Counterpoint Research proyecta que el mercado global de relojes inteligentes crecerá un 7% en 2025, después de caer por primera vez en 2024. Ese rebote se explica en parte por el lanzamiento de Apple del SE 3, un modelo más asequible, y por su recuperación tras siete trimestres consecutivos de caídas.
Pero hay otro factor determinante: China pasó del 25% de cuota mundial en 2024 al 31% en 2025. Dentro de ese salto, Imoo desempeña un papel específico que quizás no se analiza con suficiente atención.
Mientras Huawei refuerza su enfoque en salud y deporte, Apple mantiene su inercia y Xiaomi se centra en el reloj como parte de un ecosistema doméstico, Imoo ha convertido el miedo de los padres en una categoría de producto consolidada. Sus relojes incorporan GPS, llamadas, botón SOS y alertas cuando el niño sale de una zona geovallada por sus padres. Como reloj inteligente, sus funciones son limitadas; encaja mejor en la categoría de dispositivo de vigilancia y ayuda en caso de emergencia.
Imoo no ha inventado el miedo paterno, pero sí ha construido una máquina excelente para monetizarlo. Además, es un dispositivo que crea dependencia funcional: una vez que un padre se lo pone a la muñeca de su hijo, se acostumbra a la tranquilidad que proporciona. Por eso, es difícil que no lo renueve cuando el niño lo rompa o cuando el modelo quede obsoleto.
El éxito de Imoo trasciende lo tecnológico: cuando una empresa crece un 17% anual vendiendo este tipo de relojes, no se mide solo la adopción, sino la cantidad de padres que han decidido que la ansiedad de no saber dónde está su hijo (comprensible, por supuesto) es peor que la incomodidad de rastrearlo constantemente.
Una vez que se cruza ese umbral, no hay vuelta atrás.
Las generaciones anteriores tenían espacios opacos, momentos de desaparición durante unas horas antes de volver a cenar. Esos espacios se cierran con productos como los de Imoo, coloridos y gamificados, con un branding cuestionable pero un éxito comercial incuestionable. Los padres no sienten que “controlan”, sino que protegen. Y los niños no se sienten rastreados, al menos hasta que les llegue la adolescencia y estalle el conflicto; hasta entonces, solo sienten que tienen un reloj moderno.
Además, hay un factor social clave para los padres: si casi todos los compañeros de clase de su hijo tienen uno, que su hijo no lo tenga se convierte en una anomalía.
El 7% de cuota de Imoo (y en ascenso) mide cuántos niños están creciendo sabiendo que sus padres pueden rastrearles en cualquier momento. Refleja una generación que normaliza la conectividad permanente como estado por defecto desde los seis años.
Counterpoint habla del mercado de relojes inteligentes con un “crecimiento impulsado por China” y de “estrategias distintas para sostener el engagement del consumidor”, pero no menciona que una de esas estrategias consiste en redefinir una parte de la infancia.
El siguiente hijo también llevará el reloj. Y el siguiente también. Imoo no necesita crecer más rápido que Apple para ganar. Solo necesita que cada generación de padres considere más impensable que la anterior dejar a un niño sin localizar.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**