Cuando en noviembre de 2023 viajé a China por primera vez junto con otros colegas, uno de mis compañeros quiso aprovechar las pocas horas libres para comprar un Labubu como regalo para su hija. En ese momento, no tenía ni idea de qué me hablaba. Su explicación no logró aclararme mucho. Sin embargo, un par de años después, los Labubu se han convertido en un fenómeno tan *mainstream* que POP MART ha inaugurado su primera tienda en la Gran Vía de Madrid e incluso han aparecido en ‘South Park’, una de las series para adultos más icónicas de Occidente en las últimas tres décadas (con permiso de ‘Los Simpson’).
La apertura de un POP MART en la calle más emblemática de España, un hervidero de teatros, marcas de moda populares y franquicias (con mención especial para Uniqlo y Miniso), es solo la punta del lanza de un cambio más profundo: Oriente ya no es solo la fábrica del mundo (con China a la cabeza). Su influencia ha trascendido lo industrial para adentrarse en lo cultural, infiltrándose en la corriente principal occidental. Se trata de una victoria significativa para la cultura pop asiática, históricamente confinada a sus fronteras, con contadas excepciones que lograron salir del nicho.
**La atractiva lotería de la caja cerrada.** De David Beckham a Rihanna, pasando por Dua Lipa o Lisa de Blackpink: todas estas celebridades poseen sus Labubu. Creados en 2015 por el artista hongkonés Kasing Lung para su serie de libros ilustrados “The Monsters”, los Labubu alcanzaron la fama masiva cuando POP MART comenzó a comercializarlos como coleccionables en cajas sorpresa alrededor de 2019.
Lo que comenzó como un producto de nicho se ha transformado en una tendencia global que no entiende de fronteras ni clases sociales. Incluso la casa real tailandesa los tiene en su colección. Cuando hay existencias, se agotan al instante: los fans se agolpan en las puertas de las tiendas con una intensidad comparable a la de una cola para un concierto, especialmente si se trata de una edición limitada. El valor puede ser astronómico: un Labubu de tamaño humano en color verde menta se subastó por 230.000 dólares australianos.
**Los Labubu como expresión de identidad, estatus y pertenencia.** La incertidumbre de no saber qué figura te tocará hasta abrir la caja replica el mecanismo de recompensa de un videojuego. Evidentemente, Labubu no es solo para niños. Su éxito refleja cambios profundos en la cultura de consumo, atrayendo a adultos *millennials* y de la Generación Z a través del coleccionismo, la nostalgia y la búsqueda de confort emocional.
Se compra mucho más que un muñeco: es una experiencia cargada de emoción, del estatus que confiere poseer la edición más exclusiva y, por supuesto, del potencial de rentabilidad mediante la reventa. Representa la intersección casi perfecta entre juego y finanzas: un mercado de oferta y demanda donde los activos son de peluche. Y no es cosa menor: POP MART ha tenido que suspender ventas en ciudades como Londres debido a peleas entre fans, y el mercado de falsificaciones es ya una realidad. Ya se vea como juguete o accesorio de moda, lo cierto es que Labubu se ha erigido en la punta de lanza del *soft power* chino.
**Mucho músculo, poco *soft power*.** China es la segunda mayor economía mundial, pero en influencia cultural aún está varios peldaños por detrás. El gigante asiático posee una herencia cultural legendaria de más de 5.000 años, aunque para Occidente a menudo se reduce a símbolos como la seda o el té. Pregunta por una película o una estrella de cine china y la respuesta suele limitarse a Bruce Lee (estadounidense-hongkonés nacido en San Francisco). Las razones son múltiples: desde las directrices de contenido y la censura impuestas por el gobierno chino, hasta una percepción prejuiciosa que a menudo subestima su calidad.
**China ya no es exótica, es *cool*.** Primero fue la apertura económica, pero ahora China se está abriendo también culturalmente a los mercados occidentales. Sus productos aparecen con mayor frecuencia en redes sociales y producciones audiovisuales occidentales, siendo recibidos con los brazos abiertos. China había iniciado su proyección con la promoción de marcas, la Nueva Ruta de la Seda o la exención de visados para turistas, pero nada ha sido tan efectivo como un inocente peluche que ha trascendido gracias al boca a boca de los fans, TikTok y las celebridades.
En un momento en que la percepción global de China suele estar dominada por la geopolítica y debates sobre vigilancia, Labubu ofrece algo diferente: adorable, creativo y emocionante. Y no está solo: el videojuego ‘Black Myth: Wukong’ fue un éxito global en 2024, al igual que la cadena de helados y *bubble tea* Mixue, por citar solo un par de ejemplos.
Podría tratarse de otra moda pasajera, pero en este momento son objetos de aspiración y deseo. Constituyen una prueba fehaciente de que los productos culturales chinos pueden triunfar a escala global. Que las tiendas POP MART se ubiquen en las calles más céntricas de las grandes ciudades es otra forma de demostrarlo. A Labubu le ha costado una década llegar hasta aquí; a China probablemente le lleve más tiempo construir una narrativa sólida en torno a sus productos culturales, al estilo de Nintendo y su universo Mario. Pero el camino ya está trazado.
**China empieza a mirar de tú a tú a Japón y Corea.** Japón es famoso por exportar anime, moda y gastronomía, y desde 2010 cuenta con la estrategia gubernamental “Cool Japan” para promover sus industrias creativas en el exterior. No obstante, esta iniciativa ha tenido altibajos, siendo innegable el papel del mercado y los fans en éxitos como Pokémon o el ramen. Corea del Sur posee probablemente el modelo de *soft power* más reciente y eficaz de Asia. Con un fuerte respaldo estatal, la ola coreana ha logrado hitos como la película ‘Parásitos’ o el fenómeno global del K-pop. El caso de China con Labubu representa una tercera vía, basada en un ecosistema comercial centrado en la propiedad intelectual, el *lifestyle* y las tendencias virales.
**REDACCIÓN FV MEDIOS**