Los humanos hemos ‘roto’ al oso: por qué los ejemplares del siglo XXI ya no se parecen a los de hace mil años

**Por José A. Lizana**

En las últimas décadas, la imagen del oso como símbolo inmutable de la naturaleza salvaje ha dado paso a una realidad muy distinta. La ciencia documenta cómo los osos están cambiando su fisonomía, su ADN y su forma de interactuar con el mundo para sobrevivir a dos grandes presiones: la persecución humana y el cambio climático.

**El experimento italiano.** El caso más sorprendente es el del oso pardo apenínico en Italia. Durante siglos, este animal ha vivido en una isla biológica rodeada por la civilización, lo que ha alterado tanto su físico como su genética. Esto se refleja claramente en su peso: mientras sus parientes más cercanos suelen pesar unos 350 kilos, este animal promedia entre 140 y 210 kilos.

Esta transformación no fue fruto de una selección consciente. Durante generaciones, los humanos eliminaron sistemáticamente a los ejemplares más grandes, audaces y conflictivos. Los que sobrevivieron y se reprodujeron fueron los más pequeños y dóciles.

**Selección de los tímidos.** Esta realidad conecta con las teorías de Alejandro Martínez-Abraín sobre las poblaciones “shy-selected” o seleccionadas por su timidez. Según este concepto, la caza histórica no solo redujo el número de depredadores, sino que actuó como un filtro psicológico. Hemos podado la personalidad de la especie, eliminando a los más valientes y dejando una estirpe cuya principal característica es la evitación extrema del ser humano.

**También en el Cantábrico.** Mientras el carácter del oso cambia en Italia, en España estamos rompiendo el calendario biológico de nuestras propias especies. En el norte peninsular, el cambio climático ha comenzado a desmantelar la hibernación, uno de los procesos más sagrados para la especie.

Datos recopilados desde mediados de los años noventa muestran una tendencia clara: las hembras abandonan sus oseras cada vez más temprano debido al aumento de las temperaturas primaverales. Lo que antes era un despertar regulado por la biología y la disponibilidad de alimento a finales de abril o mayo, ahora es una salida incierta condicionada por inviernos más cortos.

**El coste biológico oculto.** Al salir antes de la madriguera, las madres con crías se enfrentan a un monte que aún no ha despertado del todo. Los oseznos, vulnerables y con un sistema inmunológico en desarrollo, se ven expuestos a patógenos y también al ataque de machos adultos que se activan antes de hora.

El cambio climático no solo está calentando el aire, sino forzando al oso a vivir en un desfase temporal con su propio ecosistema, lo que se suma a la escasez de recursos y puede comprometer su supervivencia.

**En el Ártico.** Aquí la situación ha alcanzado un nivel de complejidad genómica casi de ciencia ficción. La subpoblación de osos polares del sureste de Groenlandia se ha convertido en un laboratorio vivo de adaptación al calentamiento global.

Estos animales viven en un entorno que ya no tiene el hielo marino necesario para cazar focas durante gran parte del año, pero han encontrado una solución de emergencia: utilizar el hielo glacial que se desprende de los fiordos.

**En su interior.** La adaptación más profunda ocurre dentro de sus células. Los investigadores han identificado más de 1.500 fragmentos genéticos concretos que están activos específicamente en esta población. Estos elementos parecen estar alterando el metabolismo de las grasas, ya que no pueden depender de la grasa de las focas como antes. Ahora buscan otras fuentes como huevos, aves o renos.

Su perfil genético está cambiando para permitirles procesar fuentes de energía terrestres, una transformación metabólica que podría ser la última línea de defensa de la especie frente a un Ártico sin hielo.

**Una nueva convivencia.** Esta metamorfosis global plantea un dilema de gestión para el siglo XXI. Con el abandono de las zonas rurales y el auge del turismo de naturaleza, los encuentros entre humanos y osos son más frecuentes que nunca. Esto supone un problema, pues aunque predominan los ejemplares ‘tímidos’, la falta de miedo puede revertir la tendencia de seguridad que hemos logrado.

La clave del futuro no está solo en proteger al animal, sino en gestionar su comportamiento. El objetivo es alcanzar lo que llaman “cero osos habituados”, lo que implica medidas más contundentes: desde el uso de petardos y balas de goma para reforzar el miedo al humano, hasta una gestión quirúrgica de los residuos para evitar que los osos vean en los pueblos una despensa fácil.

**Gran plasticidad.** Esta es una característica clave de los osos, como hemos visto: han reducido su tamaño en Italia, adelantan la hibernación en España y son más omnívoros en el Ártico. Pero este “rediseño” es también un recordatorio de nuestra influencia: incluso cuando intentamos salvar a las especies, terminamos alterando su esencia para que sobrevivan en un planeta que hemos moldeado a nuestra imagen.

**REDACCIÓN FV MEDIOS**

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