Título: Una zona de México se ha convertido en un circo fuera de control: no paran de llegar turistas para nadar con orcas salvajes
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Miguel Jorge
Miguel Jorge
El fenómeno conocido como “turistificación” ha alcanzado incluso los enclaves más remotos del planeta. Desde las playas paradisíacas hasta destinos insólitos como Afganistán, Irak y Albania, el turismo ha ido más allá de lo esperado. Recientemente, incluso la Antártida ha sido objeto de esta tendencia, dejando a muchos sorprendidos por el auge de actividades como nadar con orcas salvajes, que se ha convertido en una experiencia deseada por turistas de todo el mundo.
Bailando con cetáceos. Un reciente reportaje de The Guardian revela que cada mañana en La Ventana, un tranquilo pueblo costero en Baja California Sur, decenas de turistas equipados con trajes de neopreno abordan lanchas guiadas por pescadores locales y operadores turísticos de ciudades cercanas como Cabo San Lucas y La Paz. Su objetivo: nadar con orcas salvajes.
Una crisis ecológica: Lo que comenzó como una aventura única ha evolucionado, según expertos y operadores veteranos, en una actividad descontrolada que pone en riesgo tanto la seguridad de los turistas como el bienestar de los cetáceos. Sin una regulación formal, hasta 40 embarcaciones pueden converger sobre un mismo grupo de orcas durante los meses de mayor actividad, especialmente entre mayo y junio.
La popularidad de esta actividad ha aumentado desde 2019, impulsada por las redes sociales, lo que ha puesto de manifiesto un vacío legal en la legislación mexicana: aunque existen leyes que protegen a especies marinas amenazadas, no hay una prohibición explícita sobre nadar con cetáceos dentados como las orcas.
Los riesgos invisibles. Aunque no se han registrado ataques de orcas a humanos, biólogos marinos advierten que el contacto excesivo puede generar reacciones defensivas. Además, el ruido constante de los motores y la presencia humana pueden interferir en la habilidad de las orcas para cazar, afectando a las hembras que cuidan a sus crías. El capitán Juan Vásquez, con más de dos décadas de experiencia en el mar, advirtió que estos animales “recordarán haber sido acosados” y podrían dejar de frecuentar la zona. Sin embargo, la presión económica es alta, ya que el turismo marino representa una fuente crucial de ingresos y pocos están dispuestos a limitarlo.
Un plan pionero. Frente a la falta de normativa clara, un grupo de científicos y operadores responsables, incluida la bióloga marina Georgina Saad y el documentalista Erick Higuera, ha propuesto el primer plan de manejo de orcas en México. Este plan, que espera aprobación gubernamental, limitaría la interacción a tres botes por grupo de orcas y un máximo de nueve embarcaciones diarias, además de requerir permisos oficiales. También se contempla que guías y capitanes aprendan a identificar señales de estrés en los cetáceos.
Tensiones locales. Sin embargo, la implementación del plan enfrenta controversias. Muchos capitanes locales sienten que sus intereses no han sido considerados y temen que los permisos beneficien a grandes empresas de Cabo y La Paz, desplazando a quienes han dependido del turismo marino durante generaciones. También se critica que el enfoque esté exclusivamente en La Ventana, cuando las orcas y los turistas se mueven por toda la península. Para Saad, concentrar la regulación en La Ventana es clave para establecer un precedente legal y operativo.
Una línea fina. En conclusión, a pesar de las divisiones, la mayoría coincide en que la solución no es prohibir, sino
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