Javier Pastor
Guardamos de todo en nuestros ordenadores, y cada vez guardamos más cosas. Documentos, fotos, música y vídeos imponen necesidades crecientes, y muchos usuarios seguramente se pregunten cómo almacenar todos esos datos de forma eficiente.
¿Cuál es el mejor método para almacenar todos nuestros archivos digitales de por vida y cuáles tienen mejor precio? Es una pregunta compleja ya que hay muchos escenarios de uso y varias posibilidades con las que trabajar.
A continuación encontrarás un repaso a las principales opciones a la hora de poder almacenar datos, junto con un pequeño resumen en el que indicamos el coste por gigabyte de cada solución, su longevidad estimada, y sus ventajas y desventajas.
Es importante tener en cuenta que estos datos, sobre todo en los dos primeros casos, son orientativos, y hay una gran cantidad de factores que influyen tanto en el coste por GB (por ejemplo, la capacidad disponible en la unidad o su velocidad de transferencia) y desde luego en la longevidad, a la que afectan por ejemplo el tipo de soporte y su conservación y utilización.
Los discos duros tradicionales que llevan años acompañándonos siguen siendo grandes aliados para almacenar grandes cantidades de datos. Hoy en día conseguir unidades de hasta 20 TB es relativamente sencillo, y se habla de que antes de 2030 llegaremos a discos con hasta 50 TB.
Hay diversos estudios que han analizado la evolución del coste por GB en discos duros tradicionales, pero uno de los más relevantes lo tenemos en Backblaze, empresa que precisamente ofrece un servicio de almacenamiento en la nube.
Su infraestructura cuenta con cientos de discos de distintas capacidades que van renovando, y tienen por tanto una idea muy precisa de cuál es esa evolución del coste por GB. En un artículo de 2022 indicaron que hoy en día ese coste por gigabyte era de media de 0,014 dólares en noviembre de 2022. Han pasado ya cerca de dos años desde entonces, y los precios se han visto aún más reducidos y hoy en día rondan de media 0,008 dólares por GB.
Salvo para discos duros con capacidades especialmente elevadas (a partir de 16 TB), es difícil encontrar alternativas más baratas. Aun así, están expuestos a fallos que hacen recomendable o bien reemplazarlos cada cierto tiempo, o bien acudir a copias de seguridad en otros discos duros o formatos de almacenamiento distintos. Aquí hablamos tanto de modelos internos en PCs de sobremesa, pero también de discos duros externos, que suelen ser más lentos pero una opción asequible en coste por gigabyte.
Las protagonistas absolutas del ámbito del almacenamiento son desde hace años las unidades SSD (Solid State Drive), que gracias al uso de memorias NAND Flash permiten acceder a velocidades de transferencia muy superiores a las que ofrecen los discos duros tradicionales.
Este tipo de unidades han evolucionado de forma frenética y de las tradicionales unidades SATA que logran tasas de unos 500 MB/s ahora tenemos unidades PCIe 5.0 NVMe que llega a los 14.000 MB/s, aunque estas últimas hacen que el coste por GB suba de forma notable.
Es posible acceder a unidades PCIe 4.0 NVMe mucho más asequibles y cuyo coste por GB no es excesivamente superior al de los discos duros tradicionales, sobre todo en capacidades más populares (512 GB / 1 TB). Son perfectas para el día a día —para esa primera copia de los datos y para acceder a ellos de forma frecuente— pero no tanto como sistemas masivos de copias de seguridad o de copias a muy largo plazo. Las unidades externas son cada vez más atractivas como opción tanto para el día a día como para realizar copias de seguridad de forma rápida y cómoda.
Las cintas LTO (Linear-Tape-Open) son especialmente reconocidas en entornos empresariales, sobre todo porque proporcionan aún más capacidad de almacenamiento y una longevidad envidiable que puede llegar a ser de hasta 35 años.
Los últimos modelos de estas cintas, las LTO-9, llegan a almacenar hasta 18 TB y a ofrecer hasta 400 MB/s de tasas de transferencia, aunque aquí necesitamos tanto las cintas como las unidades de lectura/escritura, que suelen tener un precio elevado (una LTO-8 ronda los 3.500 euros).
Aunque están algo olvidados, los formatos ópticos, tanto el Compact Disc (CD) como el Digital Versatile Disc (DVD) y Blu-ray siguen siendo alternativas válidas para salvaguardar datos y poderlos tener a buen recaudo para poder acceder a ellos en caso de necesidad. La limitada capacidad del CD, eso sí, lo hace más recomendable para pequeñas cantidades de datos o para su aplicación original: crear CD de audio.
El problema de estos formatos es que están más expuestos al entorno, por lo que tenerlos bien protegidos con una carcasa es especialmente recomendable si los vamos a utilizar como medios de almacenamiento a largo plazo. El proceso de grabación es más engorroso al tener que ir utilizando varios discos y quizás etiquetarlos. Por lo demás, ofrecen una alternativa valida y asequible si nuestras necesidades a la hora de almacenar datos no son demasiado ambiciosas.
Aunque son más utilizadas como formatos para el día a día, las capacidades que encontramos en tarjetas SD y Micro SD, así como las de las memorias USB, han hecho que este tipo de formatos puedan convertirse también en aliadas interesantes para almacenar datos a largo plazo.
El coste por gigabyte también ha ido reduciéndose en este tipo de soluciones y es similar al de las unidades SSD, pero su principal problema es que ni unas ni otras fueron diseñadas con la longevidad como objetivo. Se trata de alternativas muy centradas en ese uso frecuente, y aunque ciertamente pueden ser un modo auxiliar más de guardar datos que queramos tener a buen recaudo, lo ideal es tener otros métodos alternativos como foco de este proceso.
Los servicios de almacenamiento en la nube se han convertido en una excelente opción para realizar copias de seguridad de nuestros datos a largo plazo. Hay muchas empresas con plataformas de este tipo —Google, Apple, Microsoft entre otras— que las ofrecen como parte integral de sus ecosistemas.
El coste de estos sistemas es elevado si queremos usarlos para almacenar y salvaguardar grandes cantidades de datos, y aquí es conveniente estudiar bien las necesidades precisamente por el mayor precio del coste por GB, que pagaremos de forma mensual. En cuanto dejemos de pagar, esos datos desaparecerán, así que hay que tener en cuenta que estos servicios suelen ser acompañantes de otras alternativas físicas a las que tenemos acceso.
Los sistemas Network-Attached Storage (NAS) son básicamente PCs que suelen estar destinados a realizar copias de seguridad en red, pero que desde hace tiempo también pueden actuar como servidores domésticos en los que podremos montar distintas alternativas a servicios de internet (como nuestro propio Apple Fotos mediante Immich o Photoprism, o un servidor de películas y series para aquellas que hayamos adquirido con Plex, por ejemplo)
Estos equipos suelen ser eficientes y estar en funcionamiento las 24 horas del día, lo que permite tener acceso tanto dentro de la red local como incluso fuera si queremos por ejemplo sincronizar contenidos (como nuevas fotos que queremos salvaguardar) a través de internet. En esencia son “nubes privadas” que controlamos. Hay soluciones más y menos complejas aquí, pero se trata de una opción especialmente atractiva para delegar el almacenamiento de datos en un equipo centrado en eso en casa o en la oficina.
Este tipo de plataformas hacen exactamente lo mismo que los sistemas de almacenamiento en la nube como iCloud o OneDrive, pero con un objetivo especial: el de que esos datos estén guardados a largo plazo y no haya necesidad de acceder a ellos salvo ocasionalmente. Amazon Glacier es el servicio más conocido, aunque hay otras alternativas.
El coste de estos sistemas es mucho más bajo que el de sus alternativas “calientes”, y se trata de una alternativa fantástica para ese caso de uso en el que queremos guardar grandes cantidades de datos y dejarlas en estas plataformas sin tocar durante larguísimos plazos de tiempo.
Frente al resto de opciones comentadas, empiezan a aparecer sistemas de almacenamiento que varias empresas están investigando y que pueden acabar convirtiéndose en una gran opción para quienes quieran almacenar grandes cantidades de datos a largo plazo.
El problema con estas alternativas es que su disponibilidad comercial es nula o muy limitada, pero su desarrollo es constante y puede que algunas acaben convirtiéndose en servicios a los que los usuarios pueden acceder.
Entre ellas están los sistemas que tratan de usar el ADN para almacenar datos, y que permitirían almacenar todos los datos de la Tierra en una taza. También existen iniciativas como Project Silica, que hace uso de unos cristales muy especiales con una longevidad de 10.000 años para almacenar grandes cantidades de datos. Hay también evoluciones prometedoras de los actuales DVD o BD, e incluso sistemas magnetoópticos que prometen ofrecer capacidades que ya se medirán no en terabytes, sino en petabytes.
Casi más importante que elegir un formato de almacenamiento u otro es no limitarse a uno solo. De hecho a la hora de guardar nuestros datos lo ideal es seguir la conocida estrategia 3-2-1 de backups de la que ya hablamos en Xataka.
Como ya indicamos allí, esta estrategia se basa en las siguientes claves, cada una identificada fácilmente con esos números:
Así, para cualquier fichero que queramos conservar, lo ideal sería tenerlo por ejemplo en nuestro portátil, en un disco duro externo y en un servicio de almacenamiento en la nube. Incluso podríamos añadir un disco duro externo auxiliar que por ejemplo podríamos tener cifrado (o no) en casa de un familiar.
Los medios que elijamos —el disco duro, el servicio en la nube— son solo ejemplos: podríamos tenerlos en un pendrive, en un CD o guardarlos en sistemas de almacenamiento a largo plazo, pero una vez más, ese es otro tipo de decisión. Combinar varias de ellas es sin duda la mejor idea si queremos que nuestros datos estén seguros y disponibles durante décadas.
En Xataka | Hacia los 50 TB: las tecnologías que van a disparar la capacidad de los discos duros en los próximos años
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